Nº 1.889 – 13 de Septiembre de 2020
El mayor regalo de Dios a la humanidad es el Hijo del Hombre. Jesús es el Don divino y humano de nuestro Padre Creador. Abrazar a Jesús significa estar en casa, en el hogar, con la familia. El mundo estaba en crisis antes de la pandemia. Creo sinceramente que siempre ha estado en crisis desde la caída en el pecado de nuestros primeros padres: Adán y Eva. Pero no debemos olvidar que el último responsable y culpable de todo este mal que vemos debajo del sol, es el maligno. Si olvidamos ésto, fácilmente podemos caer en la tentación de odiar a los hombres que abiertamente hacen el mal, cuando deberíamos amarles. El deseo de venganza es alimentado por satanás, que mediante sus demonios inspira todas las espirales de violencia. Como cristianos sufrimos con un mundo que sufre y no puede ser de otra manera, ya que nuestro Maestro también sufrió por todos. Sabemos que el fin de todas las cosas se acerca, y tenemos que clamar al Señor para que Su amor no se enfríe en nosotros, e incluso amemos a nuestros adversarios. Cuando Cristo venga, el Amor en persona estará con todos los que ahora lloran y sufren todas las injusticias. Todos recibirán el amor que se les negó en vida. Y si cambiamos la palabra amor por solidaridad, quizás entendamos mejor lo que quiero expresar. Solidaridad es una canción que aprendí en Eben-Ezer. Compartir, hay que compartir. Padre, te pedimos que dejemos a tu Hijo Jesucristo que se comparta por medio de su Espíritu en nosotros, con todos los que tengamos oportunidad. Amén.
Pastor Antonio Martín Salado