Nº 1.888 – 6 de Septiembre de 2020
“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” (2 Timoteo 1:7)
En estos tiempos que corren, la pregunta que me hago no es tanto si estoy siendo prudente, sino si estoy siendo cobarde. Toda la Biblia nos enseña prudencia, pero también valentía. Si llevo siempre la mascarilla, me lavo las manos frecuentemente, uso gel hidroalcohólico y guardo las distancias ¿tendré miedo? En ninguna manera porque el Espíritu Santo, el Don de la presencia del Señor no es para formar en mí un carácter miedoso o apocado, sino valiente. El Espíritu de Jesucristo nos da Su poder que nos fortalece para adaptarnos a cualquier situación por difícil que esta sea. Somos enseñados por el Espíritu para tener abundancia como para padecer necesidad. Al igual, el Consolador nos capacita para vivir bajo la amenaza del virus o sin ella. ¿Dejaré de amar al Señor en tiempo de pandemia? ¿Dejaré de amar a mis hermanos a causa del virus? No lo creo. Entonces ¿por qué esconderme? Una luz no se pone debajo, sino en alto para que alumbre. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. La iglesia es una luz en lo más alto y un pueblo sobre la montaña. ¿Para qué? Para dar testimonio, para dar ejemplo de valor, para enseñar a otros que no tenemos miedo del virus, sino que tememos sólo a nuestro Señor. Prudentes Sí, por favor, todos. Cobardes No, ninguno. Ejerzamos el dominio propio que nos da Su Espíritu y sigamos adelante.
Pastor Antonio Martín Salado