Nº 1.884 – 9 de Agosto de 2020
“Una mujer de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos. Y Eliseo le dijo: ¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite. Él le dijo: Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas. Entra luego y enciérrate, tú y tus hijos; y echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte. Y se fue la mujer, y cerró la puerta encerrándose ella y sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba del aceite. Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite. Vino ella luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: Ve y vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede.” (2 Reyes 4:1-7)
El plan de Dios para cada hijo suyo es que sea lleno del Espíritu Santo (Efesios 5:18). Esta debería ser la experiencia normal de cada creyente. Esta historia es también una parábola donde el aceite es símbolo del Espíritu Santo. Nuestros corazones, si están vacíos, pueden venir a ser llenos del Espíritu de Dios. ¿Cómo podemos ser llenos del Espíritu?
1.- Nosotros necesitamos admitir nuestra necesidad.
Cuan grande era la necesidad de aquella pobre viuda: todas sus posesiones se habían terminado excepto un poco de aceite. Probablemente, ella había tratado de ocultar su situación hasta el final. Pero ahora, la cosa cambia cuando ella admitió y confesó su necesidad. Entonces ella empezó a ser bendecida. Cada uno de nosotros también tenemos una gran necesidad en un triple sentido.
(Continuará…)