Nº 1.857 – 2 de Febrero de 2020
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.” (Génesis 1:1-3)
¿Creará el Señor algo desordenado y vacío? Yo no lo creo. Pero la Tierra llegó a estar desordenada y vacía. ¿Qué pasó? ¿Pasaría algo parecido a lo que está pasando ahora? Este planeta cada vez es más caótico y más desierto porque el desorden produce muerte. La enfermedad es sólo un desorden de nuestro organismo. Y si bien es cierto que los ecosistemas tienen una maravillosa capacidad de regenerarse, todo tiene un límite. Mi cuñada mandó un vídeo de una ballena beluga en el ártico jugando con un balón de rugby que le lanzaban desde una lancha. El animal la recogía con su boca y la traía de nuevo al borde del barco para que se la volvieran a lanzar más lejos. Es perfectamente posible vivir en armonía con el resto de las criaturas de Dios. De hecho, es absolutamente necesario para nuestro equilibrio espiritual. ¿De qué nos sirve “estar en paz con Dios” y enfrentados a sus criaturas? No creo que podamos tener la paz del Señor y vivir en desarmonía con la Creación. Pero vivimos un tremendo desorden que nos hace cada vez más hondo el vacío interior. Las tinieblas del mal quieren llevarnos al abismo por medio de la destrucción que produce el caos. Y a más caos, mayor vacío; y a mayor vacío, más caos. Pero aún hay esperanza para los hombres que estén dispuestos a arrepentirse de su maldad: El Espíritu de Dios vibra sobre todas las aguas, sobre todos los pueblos, sobre todas las gentes, buscando un espejo humano donde la luz del Creador se refleje de nuevo. Viene ese día donde todos tendremos la última oportunidad. No la rechaces.
Pastor Antonio Martín Salado