Nº 1.851 – 22 de Diciembre de 2019
“Pero cuando se conviertan al Señor, el velo será quitado. El Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor.” (2 Corintios 3:17 y 18)
Cuando éramos niños tuvimos un juguete bien sencillo con el que pasamos muchísimas horas de diversión. Se trataba de un simple y pequeño espejo con el que reflejábamos la luz del sol y la enfocábamos en la pared o en los objetos. El apóstol Pablo nos cuenta que somos “espejos” que reflejan sobre otros la luz del Señor. Dios es Luz y la Luz vino a este mundo. Ese es Jesús: el Señor. Si estamos mirando al Señor definitivamente porque nos hemos dado la vuelta, la gloria del Señor se refleja en nosotros y ahí donde vamos, esa gloria suya alumbrará a más personas como tú y yo. Somos transformados en la misma imagen del Señor… somos “visión” del Señor para otros. En esto consiste la vida en el nuevo pacto. En la libertad gloriosa de los hijos de Dios donde el Espíritu Santo forma al Hijo de Dios en cada uno de sus hijos. Reflejamos vidas liberadas del pecado, vidas liberadas de las pasiones desordenadas y de la ansiedad. Nuestra buena noticia, nuestro evangelio no estará apagado, ni encubierto, si vivimos de cara al Señor, integrados en su cuerpo, obedeciendo sus señales e indicaciones. Esta es la evangelización realmente efectiva: si todos somos sus espejos. ¿Qué va a resplandecer esta navidad en tu cara? ¿El turrón, el cava, las luces, los arbolitos y los regalos? ¿Quieres que resplandezca Jesús en ti? Piénsalo que yo también lo hago y tomemos una decisión permanente: ¡Mirarnos cada día en la gloria del Señor! ¡Amén! ¡Ven Señor Jesús!
Pastor Antonio Martín Salado