Nº 1.848 – 1 de Diciembre de 2019
“Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra.” (Juan 434)
Para nosotros es necesario alimentarnos diariamente. Comer y beber es algo que nuestro cuerpo demanda y que hacemos, por lo menos, en tres ocasiones, todos los días. Jesús, en los días de su carne, también necesitó comer y beber como nosotros, aunque su prioridad es realizar la voluntad de nuestro Padre Celestial y culminar la misión por Él encomendada. Esta semana me estaba preguntando si necesito hacer la voluntad de Dios como necesito comer y beber. Creo sinceramente que no. Así que en esto como en todo, Jesús nos aventaja y va delante para señalarnos el camino. Seguro que tú tampoco sientes el hambre de la Palabra de Dios y la sed del Espíritu Santo, con la misma urgencia e intensidad que sufrimos el apetito y la necesidad de hidratarnos. Reconocerlo es el primer paso para solucionarlo. ¿Qué haremos pues? Creo que sólo podemos hacer lo que debemos hacer siempre: PEDIR. “Pedid y se os dará” ha dicho el Señor. ¿Qué pedimos? Nunca he escuchado una oración así: “Señor, crea en mí tal necesidad por tu Espíritu que habita dentro, que el hacer tu voluntad sea tan necesario como el alimentarme y beber cada día.” Es una de las oraciones quizás más valientes que podemos hacer. Jesús también dijo “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia por que ellos serán saciados.” (Mateo 5:6) Y vemos en esta declaración del Señor los ecos de Proverbios 21:21 “El que sigue la justicia y la misericordia hallará la vida, la justicia y el honor.” ¿No atreveremos a pedir como conviene? ¿Cuántos anhelaremos hacer la obra de Dios y sufriremos por la causa de la justicia en el mundo? Si pedimos bien, recibiremos y seremos plenamente satisfechos y colmados de obras de justicia. El mundo anhela ver un justo y el Justo vive en sus hijos e hijas. Permitamos que Él resalte sobre cada uno de nosotros. Amén.
Pastor Antonio Martín Salado