Nº 1.843 – 27 de Octubre de 2019
“Riquezas, honra y vida son la remuneración de la humildad y del temor del Señor” (Proverbios 22:4)
Si la paga del pecado es la muerte, el salario de la humildad y el temor divino es la prosperidad. No conocemos justo desamparado ni su descendencia que tenga que mendigar. El Señor provee de todo lo necesario para los que viven obedeciendo y reconociendo que todo es de gracia. Aunque pasemos por crisis, la promesa de Dios es que las aguas no nos ahogarán ni los toros nos pillarán. Alguien me dijo un día que soñar con astados que te persiguen es una metáfora de los acuciantes problemas de liquidez monetaria. Pero frente a esas bestias que quieren cogernos y revolcarnos o clavarnos sus cuernos, está una multitud de ángeles que nos protegen. En muchas ocasiones, esos ángeles son personas de carne y hueso como tú y como yo. Son mensajeros del Señor que traen la ayuda necesaria en cada momento…. También en forma de aporte económico. No es justo que lo que les sobra a algunos, les falte a otros. La solidaridad es la base de la vida de Jesús. Y nunca les faltó el alimento a los que con Él iban. El Señor tiene el poder de multiplicar todo lo que ponemos en sus manos. Sabemos que trabajamos no solamente para satisfacer nuestras necesidades, sino también para tener qué compartir con los necesitados. El alma que sacia será saciada y el que da al pobre presta a su Hacedor. Y Dios no es deudor de nadie. Así que seamos humildes compartiendo siempre. Si tenemos mucho, compartamos mucho no sea que perdamos ese mucho que tenemos. Si tenemos poco, compartamos también con alegría y generosidad, sabiendo que Dios siempre proveerá a nuestra pobreza. Cierto es que no somos ricos ninguno ni muy poderosos en el mundo… ¡Ni falta que hace! Es mejor ser un pueblo humilde y pobre que teme al Señor y comparte, que ser ricos acomodados y volvernos unos “ratas” (es decir, unos tacaños). Tengamos cuidado, no sea que pensando tener unas pesetas nos volvamos “peseteros”.
Pastor Antonio Martín Salado