Nº 1.842 – 20 de Octubre de 2019
“Sean nuestros hijos como plantas crecidas en su juventud, nuestras hijas como esquinas labradas como las de un palacio; nuestros graneros llenos, provistos de toda suerte de grano; nuestros ganados, que se multipliquen a millares y decenas de millares en nuestros campos; nuestros bueyes estén fuertes para el trabajo: no tengamos asalto, ni que hacer salida, ni grito de alarma en nuestras plazas. Bienaventurado el pueblo que tiene esto; bienaventurado el pueblo cuyo Dios es el Señor.” (Salmo 144:12-15)
La bendición de Dios sobre la familia que le teme y le obedece, es integral. Abarca el crecimiento y la salud de los hijos que se van desarrollando fuertes y de buen parecer. El Señor bendice los empleos de los padres esforzados porque se alegran en ellos y trabajan como para Él. Los resultados son más que satisfactorios cuando se vive sirviendo al Señor, cuando toda la casa unida discurre por la voluntad de su Salvador. Hay renuncia a la vanidad del mundo en la familia que es prosperada por Dios. Se vive y se trabaja honradamente en sinceridad y verdad, sin engaños ni hipocresías, sin malicia ni maldad, sin intereses egoístas. Ahí, el fruto se deja ver pronto. La cosecha de esa familia es buena y abundante y no hay temor de malas noticias. ¿Queremos ser familias que viven tranquilas sin sobresaltos ni alarmas inesperadas? ¿Queremos ser familia que ve como sus planes se cumplen y que no tiene que dar vueltas innecesariamente? ¿Queremos vivir en la paz y el bienestar divino? SHALOM es lo que necesitamos. Dejemos atrás el pecado. Limpiémonos de toda contaminación. Saquemos la vieja levadura por fin del carácter. En el Nombre de Jesús somos capaces de hacerlo. Sólo la familia que teme al Señor será prosperada. Ya podemos orar todo lo que queramos pero si no hay obediencia, no habrá bendición.
Pastor Antonio Martín Salado