Nº 1.837 – 15 de Septiembre de 2019
La base del Evangelio es el perdón de los pecados. “JAH, si mirares a los pecados, ¿quién, oh Señor, podrá mantenerse? Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado. Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; en su palabra he esperado. Mi alma espera a Jehová más que los centinelas a la mañana, más que los vigilantes a la mañana. Espera Israel a Jehová, porque en Jehová hay misericordia, y abundante redención con él; y él redimirá a Israel de todos sus pecados.” (Salmo 130:3-8)
Es el perdón de nuestro pecado lo que nos trae el descanso, la paz que necesitábamos. Por eso esperamos la intervención poderosa del Señor a nuestro favor. “Esperar” es el verbo fundamental en este Salmo y se repite 5 veces. La precipitación, el no querer esperar la actuación de Dios, produce muchos problemas. “Por tanto, Jehová el Señor ha puesto en Sion por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable; el que creyere, no se apresure. (Isaías 28:16). En Romanos 9:33 el apóstol Pablo cita este texto, traduciendo: “el que creyere, no será avergonzado.” Nunca las prisas fueron buenas consejeras. Siempre tenemos que pisar tierra firme y no arenas movedizas. Estar en cristo y volver siempre a sus lugares de perdón y redención, donde el Señor nos puede rescatar. Irse de la presencia del Señor es apartarse de la efectividad de su perdón y de su misericordia. Para no alejarnos, es menester, orar perdonando a todos para ser perdonados por nuestro común Padre celestial. “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial, mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro padre os perdonará vuestras ofensas.” (Mateo 6:14-15)
La vida del cristiano es un constante perdón, y no nos podemos cansar de perdonar, porque a su tiempo segaremos si no desmayamos. (Continuará…)
Pastor Antonio Martín Salado