Nº 1.830 – 28 de Julio de 2019
“En cualquier ciudad donde entréis y os reciban, comed lo que os pongan delante y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: se ha acercado a vosotros el reino de Dios.” (Lucas 10:8 y 9)
Las hermanas (y escribo hermanas porque sólo hay un varón entre ocho mujeres) que han viajado el viernes hacia Guinea Ecuatorial, van a tener que comer lo que los hermanos guineanos les pongan delante. Esto significa lograr la mayor integración posible, haciendo un gran esfuerzo por identificarse con el pueblo que se visita. El fracaso de muchas misiones modernas se ha caracterizado por la separación de los misioneros del pueblo al que pretendían evangelizar. En bastantes casos, más en el siglo pasado que en el presente, había misioneros viviendo en suntuosas casas y disfrutando de todo tipo de lujos y placeres negados para la gran mayoría del pueblo a alcanzar.
En otro orden de cosas, cuando el Señor llama a un campo concreto, a un lugar específico, a una etnia diferente, es porque los que reciben el llamamiento son personas idóneas, creadas en Cristo Jesús para ese ministerio y ese pueblo. El Señor no se equivoca cuando escoge a los que escoge. Y los equipará para amar a ese pueblo definido, llegando a ser unos más con ellos.
También el poder sanador de los enviados, el poder contra las fuerzas del mal, y el ser embajadores del reino de los cielos, son regalos, dones de Dios, que deben ser utilizados con toda autoridad porque estarán disponibles para el trabajo misionero.
Hoy también, como ayer y siempre, el Señor sigue enviando sus ovejas a lugares difíciles para el Evangelio o incluso aparentemente “cerrados” para la llegada de misioneros: “Yo os envío como a ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas.” (Mateo 10:16) ¿Estarás dispuesto o dispuesta a ir?
Pastor Antonio Martín Salado