Nº 1.825 – 23 de Junio de 2019
“Gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora, profetisa, mujer de Lapidot, la cual acostumbraba a sentarse bajo una palmera (conocida como la palmera de Débora), entre Ramá y Bet-el, en los montes de Efraín; y los hijos de Israel acudían a ella en busca de justicia.” (Jueces 4:4 y 5)
Estamos sobre el año 1130 antes de Cristo, hace 3150 años aproximadamente, y ya gobernaba sobre Israel una mujer. Por eso, no entiendo a los que en el siglo XXI, aún pretenden tratar a la mujer como persona de segunda clase, inferior o supeditada al varón. Débora, cuyo nombre en hebreo significa abeja, era la administradora de justicia (juez), manifestaba la voluntad de Dios por inspiración divina (profetisa) y gobernaba a todo el pueblo como dirigente o caudillo libertador. Asumía en su sola persona la autoridad judicial, la autoridad espiritual y la autoridad ejecutiva. Y todo por mandato divino.
Débora estaba casada con Lapidot, y el nombre de su marido sólo aparece una vez aquí en la Biblia, mientras el nombre de Débora aparece 5 veces. No quiere decir esto que el marido de Débora fuera insignificante ni mucho menos, porque si así lo hubiera sido, no nos habría llegado su nombre que significa en hebreo antorchas. Seguramente que él fue ese apoyo que como esposo y compañero de Débora contribuyó a facilitar las tremendas responsabilidades de su mujer y compañera.
Hermanas ¡Tomen su lugar en la iglesia! Hermanos ¡Tomen su lugar en la iglesia! Seamos facilitadores para que todos ocupen el cargo que Dios ha otorgado a cada uno sin importar el género.
Tomemos buena nota y ayudemos, en medio de una sociedad todavía machista, a reconocer honor a la mujer como a vaso más frágil y como a coherederas de la gracia de la vida, para que nuestras oraciones no tengan estorbo; viviendo con ellas sabiamente. Así dice también la Palabra del Señor.
Y, sobre todo, mucho amor, mucha comprensión y mucho cuidado mutuo.
Pastor Antonio Martín Salado