Nº 1.820 – 19 de Mayo de 2019
“Pero gracias a Dios, que nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y que por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento, porque para Dios somos grato olor de cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden: para estos, ciertamente, olor de muerte para muerte, y para aquellos, olor de vida para vida. Y para estas cosas ¿quién es suficiente? Pues no somos como muchos que se benefician falsificando la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, hablamos en Cristo.” (2 Corintios 14-17)
Es más cómodo no decir la verdad. Es más fácil no ser sinceros para no tener problemas con nadie. Pero ese es el camino de los cobardes e incrédulos que prefieren falsear la palabra de Dios, antes que sufrir por defender la totalidad de ella y su veracidad. Vivimos en un mundo de mentiras aceptadas, donde la mayoría se conforman con algún retazo de verdad o alguna verdad a medias. Pero la verdad completa, como camino de vida, son pocos los valientes que eligen esa senda. Sin embargo, ese fue el sendero por el que transitó Jesús. Nuestro único Señor y Maestro nunca maquilló la mentira para hacerla pasar por verdad, nunca se plegó a las mentiras de los religiosos interesados de su época o que no querían pagar el precio por proclamar y practicar la verdad. La verdad de la palabra de Dios es el mayor tesoro, junto con el Espíritu santo, que tiene la iglesia. Si dejamos que la verdad se vaya contaminado de mentira, perderemos el rumbo que un día emprendimos con paso firme y sin miedo a las oposiciones. Fue la entereza de Jesús por decir y vivir la verdad la que le llevó a la muerte. Pero no podía ser de otra manera ¿Cómo el que es él mismo la Verdad va a practicar o permitir la mentira? Jesús tenía que desenmascarar a todos y eso fue su ruina. El pecado lo mató, pero no el suyo, ya que el nunca lo cometió, sino el pecado de todos los cobardes que no se fían de la Verdad. Todos matamos a Jesús porque todos éramos unos personajes dominados por la mentira y trabajando para su continuidad. Pero después de entregarnos a Cristo, la Verdad, no hay vuelta atrás. Que el Espíritu Valiente, el Espíritu Santo nos dé coraje y arrojo para no negar la Santa Palabra de Dios.
Mucha verdad y sinceridad.
Pastor Antonio Martín Salado