Nº 1.811 – 17 de Marzo de 2019
“¡Gálatas insensatos!, ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente crucificado? Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la Ley o por el escuchar con fe? ¿Tan insensatos sois? Habiendo comenzado por el Espíritu, ¿ahora vais a acabar por la carne? ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? Si es que realmente fue en vano. Aquel, pues, que os suministra el Espíritu y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la Ley o por el oír con fe?” (Gálatas 3:1-5) Cuando la vida y los cultos se vuelven rutina, tenemos que analizar qué está pasando. La vida del cristiano debe beber del Espíritu Santo. Sin ese suministro diario del Espíritu nos moriremos de sed. Una de las causas más comunes del enfriamiento de las congregaciones, es la falta de fe al escuchar la predicación de la Palabra del Señor. Si venimos a los cultos a otra cosa que no es el oír con fe, no vamos a sacar ningún partido espiritual de la experiencia cúltica de la iglesia. Oír con fe significa estar convencido que el Señor me va a hablar a mí personalmente y a toda la comunidad de fe. Porque sin fe sabemos que es imposible agradar a Dios y sin fe estamos perdidos, a merced de los vientos de este mundo. Por eso, cuando nos reunimos y cuando vivimos constantemente anhelando escuchar con fe al Señor, la vida cambia de raíz. Ven al culto a oír con fe. No juzgues quién sea el predicador o el hermano que preside. Ven a oír con fe. Necesitamos un suministro extra del Espíritu Santo. Necesitamos que Dios siga haciendo maravillas en nosotros y en todos los que se unan a la iglesia. Oír con fe es una de las claves principales. Y después de haber escuchado la Voz del Señor, obedece consecuentemente.
Pastor Antonio Martín Salado