Nº 1.679 – 4 de Septiembre de 2016
Hoy los consultorios de los psicólogos son más frecuentados que nunca antes.
Los trastornos de naturaleza psicológica son padecidos por millones de personas en el mundo.
La causa de esto es muy fácil de encontrar: a la humanidad se le ha olvidado conjugar los verbos amar, perdonar, escuchar, compartir y orar en todos sus tiempos y modos.
El egoísmo reseca el ambiente, deteriora los entornos, y vuelve al hombre estéril y hostil.
Los efectos colaterales son la pérdida de la alegría y la serenidad para la vida y las relaciones con los demás.
El egoísmo acaba con nuestra capacidad de ser benefactores silenciosos de los otros, y el olvido trágico de que somos “nos-otros”.
Concentrémonos en el reconocimiento de que hemos recibido innumerables beneficios de Dios, de nuestra familia, de nuestros amigos.
Y no sólo beneficios grandes, muy grandes, sino también beneficios pequeños, cotidianos, inapreciables, que tristemente nos pasan inadvertidos por no reparar en tantas cosas, pequeñas y grandes, de la vida como regalo divino.
Vamos a librarnos de muchos trastornos psicológicos si tan sólo le permitimos al comunicador que hay en todos nosotros comenzar a decir “gracias” de corazón a aquellos con quienes compartimos el camino de la vida.
Sólo de ese modo vamos a descubrir lo maravilloso que es ser humano, ser persona, ser alma viviente, con sus grandezas y con sus limitaciones, como una vasija de barro en manos del Dios alfarero, siempre dispuesto a rehacernos a su voluntad.
Tenemos un pasado, un presente y un futuro: Amemos el pasado vivido, con sus luces y sus sombras; vivamos el presente como un don, como un presente, y preparémonos para el futuro, como una meta que Dios ha puesto delante de nosotros.
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.