Nº 1.677 – 21 de Agosto de 2016
La inercia es la resistencia de los cuerpos para cambiar de estado de reposo o de movimiento sin la intervención de alguna fuerza.
Cuando esta definición mecánica incide en nuestras vidas, sencillamente nos dedicamos a repetir lo que otros realizan o realizaron antes de nosotros.
Evidentemente, es señal de una identidad débil, sin proyectos, sin creatividad ni imaginación.
La suma dela Santa Palabrade Dios nos insta a recorrer el camino de la vida en dirección completamente opuesta a la inercia, a que permitamos al Santo Espíritu de Dios reforzar nuestro carácter, nuestra personalidad, a que creamos en nosotros mismos.
No agrada a Dios nuestro Señor que seamos como una hoja caída en medio del camino, y que todos los vientos mueven en cualquier dirección.
Quizás tú, hermano y amigo lector, hayas caído en el error de pensar que en los momentos difíciles de la vida, cuando las cosas no van bien, o sufrimos pérdidas, y parece que el vendaval lo barre todo, hemos de adoptar la forma de la hoja en el camino y dejarnos llevar donde al viento le plazca.
No permitamos que el huracán se lleve consigo nuestra fe y nuestra esperanza. En esos momentos, como nunca, precisamos aferrarnos a la certeza de las promesas de Dios nuestro Señor.
Si así hacemos, descubriremos que esas promesas son el verdadero apoyo de nuestra fe, de nuestra vida, no los dogmas o corrientes teológicas, sino las promesas de quien nos ha amado y nos ama hasta el punto de haber entregado a su Hijo Jesucristo para el perdón de nuestros pecados, y otorgarnos por pura gracia la vida eterna en su Segunda Venida con poder y gran gloria.
Aprendamos a servir, y así descubriremos la verdadera grandeza del ser que Dios nos ha otorgado. Somos más en la medida en que contribuimos a que los otros también lo sean.
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.