Nº 1.671 – 10 de Julio de 2016
Cuenta una historia que en cierta ocasión unos hombres se presentaron ante el rabino de la comunidad para denunciar a otros hombres que jugaban a las cartas a muy entrada la noche.
El rabino les preguntó por qué querían que les condenara, y a continuación les dijo: “¿Quién soy yo para juzgarlos? Además, ¿cuál es su crimen?
Juegan hasta tarde por la noche. ¿Acaso no es bueno resistir al sueño?
Se concentran en el juego de las cartas… ¿No es bueno ejercitarse en la concentración?”
El rabino concluyó su argumentación, diciendo: “Tarde o temprano se cansarán de jugar a las cartas y dejarán de hacerlo; pero perdurará la disciplina del cuerpo y de la mente, y quizá puedan entonces ponerse al servicio de Dios… ¿Por qué habría yo de condenarlos?”
¡Qué poca paciencia tenemos para quienes nos molestan o hacen algo que nosotros consideramos inadecuado!
¡Qué poca paciencia podemos llegar a tener para con nosotros mismos!
Pensando en la vida en términos de una película de celuloide, podemos ver en ella unos fotogramas inadecuados, y creer que se trata de toda la cinta.
En un fotograma de la vida de Moisés, le vemos asesinando a un egipcio que maltrataba a un hebreo.
Pero en miles de fotogramas vemos a Moisés haciéndose amigo de Dios, quien le brinda su amistad, y sacando al pueblo hebreo de debajo de la garra opresora del imperio del momento.
No debemos juzgar la vida de las personas por unos cuantos fotogramas inadecuados. No existen en el ser humano características que carezcan de propósito. Hasta las peores y más corruptas pueden ser elevadas al servicio de Dios, quien cambia los corazones.astaH
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.