Nº 1.660 – 24 de Abril de 2016
Aunque no somos adoradores de un libro, ni siquiera dela Santa Biblia, pues solamente adoramos a Dios nuestro Señor –Padre, Hijo y Espíritu Santo- creemos que las Sagradas Escrituras merecen ser respetadas.
Es posible que la fácil disponibilidad de ejemplares dela Santa Bibliahaya contribuido a la falta de reverencia de parte de muchos cristianos ante la presencia de las Sagradas Escrituras.
Estamos convencidos de que la actitud del cristiano antela Bibliaes crucial, tanto en nuestro culto a Dios, como en nuestro estudio dela Santa Palabradel Señor. Las Sagradas Escrituras han de ser recibidas por nuestra parte con la reverencia que merecen, tal y como vemos en los Evangelios a nuestro bendito Señor y Salvador Jesucristo usarla Palabrade Dios escrita en las diversas situaciones que se nos presentan.
Abrirla Bibliacomo quien abre un diccionario o el periódico del día o una novela de Ágata Christie es sencillamente una blasfemia. Lo mismo nos parece sostenerla teatralmente en una mano, o golpearla, como suelen hacer bastantes predicadores, o encontrarla pintarrajeada por los niños en el suelo de la capilla, es algo que dice muy poco en nuestro favor.
Urge reconocer que el intérprete humano de las Sagradas Escrituras es responsable, pero también es limitado. Responsable de enseñar la verdad en conformidad con todo el consejo de Dios, no según sus versículos favoritos. Y también limitado, por cuanto ningún humano, de manera individual, puede atribuirse nada menos que estar capacitado para enseñar todo el consejo divino.
De ahí que la labor de exponer las Sagradas Escrituras siempre será más oportuno hacerlo dentro de una comunidad de fe, de manera que nuestras distintas visiones de las enseñanzas bíblicas sean consideradas por todos con humildad, reconociendo que nuestros esfuerzos por comprenderlas deben someterse a la dirección del Santo Espíritu de Dios, rechazando imposiciones, y en su lugar practicando el diálogo respetuoso entre quienes compartimos la experiencia cristiana.
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.