Nº 1.655 – 20 de Marzo de 2016

Publicado por CC Eben-Ezer en

Dice un viejo proverbio oriental que cuando la noche es tan oscura que no llegamos a ver nuestra propia nariz, eso significa que el alba está cercana.

Por eso dijeron los sabios antiguos que la mejor de las puertas es la que se puede dejar siempre abierta, por cuanto la esencia de toda puerta es permitir entrar y salir, no impedir el tránsito.

Y la noche, por oscura que sea, no es nada más que la puerta que se abre al nuevo día.

De ahí que nuestro Señor Jesucristo nos haya dicho en el Evangelio que basta a cada día su propio afán.

Lucas 8:14: “La semilla que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.”

La mayor estrechez en el corazón del hombre es la puerta cerrada por temor a perder las cosas tenidas por tesoros.

Por eso es que la vida del hombre no consiste en los bienes materiales que posee.

Cuando dejamos de ansiar que nuestra copa esté llena de apegos, y descubrimos que la felicidad está más próxima al espacio vacío de la tinaja de nuestro corazón que a los bienes materiales, entonces sentimos la necesidad de llenar la copa de los demás con la felicidad que necesitan.

Ese es el momento en el que descubrimos maravillados que nuestra tinaja ha estado siempre llena, sin que fuéramos conscientes de ello.

No favoreciendo a los más poderosos se evita la lucha competitiva.

No dando valor a los objetos tenidos por preciosos se evita la tendencia carnal al hurto.

No haciendo ostentación de lo que es tenido por deseable se evita confundir a los corazones de los hombres.

Quien exhibe sus bienes no logrará jamás resplandecer, por cuanto la vanagloria no puede ser ilustre.

Mucho amor.  Joaquín Yebra,  pastor.

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