Nº 1.654 – 13 de Marzo de 2016
Algo no tan fácil de definir como la felicidad en este mundo, se encuentra a lo largo del propio camino de la vida.
Pensar que la felicidad puede ser una meta, es algo equivocado y frustrante.
La felicidad es el obsequio de cada día que amanece, el canto del ave en la rama del árbol frente a mi ventana.
Es el regalo de una mañana nueva, sea soleada o nublada, despejada o lluviosa.
La esperanza es el carácter esencial que hace que la vida sea vida.
No es sabio buscar fórmulas religiosas o filosóficas para recorrer el camino que se abre frente a nosotros, sino saber que lo que espera el camino de nosotros es que lo recorramos.
El más importante de los pasos que demos en el camino será siempre el primero.
Y el mayor de los errores que podemos cometer en el camino de la vida no es no llegar a la meta, sino no empezar a recorrerlo.
De ahí que nuestro Señor Jesucristo nos haya dicho que Él es el camino, y la verdad, y la vida…
El verdadero camino, el camino de verdad que conduce ala Casadel Padre.
La belleza es igualmente camino. Por eso basta un instante para salir de nuestras circunstancias y liberar nuestra mente de todo pensamiento que nos atenaza.
Una imagen, una palabra, una sonrisa, un gesto, una fragancia, y todo el día adquiere significado para esperar que pase la noche y vuelva a salir el sol.
Jesús no nos ofrece dogma sino amistad, perdón, paz, reposo, sosiego, gozo, aliento, seguridad, esperanza.
Todo eso es Evangelio; lo demás es religión de los hombres; pero el Evangelio es vida abundante.
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.