Nº 1.652 – 28 de Febrero de 2016
Cuando examinamos nuestros pensamientos descubrimos que todos ellos están concentrados en el pasado o en el futuro. Da la impresión que el presente no existiera.
Si es que pensamos en el presente, seremos afortunados al descubrir que solamente lo hacemos en función de lo que hemos de prepararnos para hacer en el porvenir. Ese es un descubrimiento que puede ayudarnos mucho a adoptar cambios de actitud muy importantes para nuestra vida y nuestra convivencia con los demás.
El presente nunca constituye nuestro fin, sino que el pasado y el futuro son los medios que empleamos para tomar nuestras decisiones para el futuro.
Eso significa que podemos fácilmente caer en la trampa de no vivir el presente como tal, sino sólo haciendo planes para alcanzar la felicidad en el porvenir, lo que jamás lograremos mediante este erróneo planteamiento.
Fácilmente podemos perder la vida en la espera del mañana, olvidando que hoy es el día que hizo el Señor para que lo vivamos.
Somos muy ingratos, y esa falta de gratitud no nos permite ver lo que Dios pone delante de nosotros cada día.
Nos pasan desapercibidos los dones que el Señor pone en nuestras manos, ante nuestros ojos, delante de nuestros pies, y como niños caprichosos, malcriados y consentidos, despreciamos lo que tenemos y nos ponemos en busca de lo que creemos que nos falta.
Eso produce también que no nos atrevamos a hacer ciertas cosas porque pensamos que son difíciles, pero la realidad es que son difíciles solamente porque no nos atrevemos a hacerlas.
La Bibliatestifica mediante historias, relatos, biografías, poesía y el fundamental testimonio de Jesucristo, que la fe en Dios nos permite ver lo invisible, creer lo increíble y recibir lo imposible.
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.