Nº 1.651 – 21 de Febrero de 2016

Publicado por CC Eben-Ezer en

Hay una pregunta que se me ha venido repitiendo en el curso de mis años de ministerio, que ya suman más de 43. Se trata de: “¿Qué nos sucede al morir?” Respetando a quienes sostienen diversos criterios al respecto, personalmente he seguido la posición condicionalista que encuentro sólidamente fundamentada en las Sagradas Escrituras, así como en los primeros Padres dela Iglesia –los Apostólicos- y en un gran número de teólogos de todas las denominaciones cristianas.

El punto de partida en nuestra respuesta se halla en Eclesiastés 12:7: “El polvo vuelve a la tierra, como era, y el espíritu vuelve a Dios que lo dio.” Nuestro espíritu, es decir, el “rúaj” o “aliento de vida” no existe separado de nuestro cuerpo. Si nos quitan los pulmones, dejamos de respirar. De modo que al morir, Dios recupera el aliento o soplo de vida que nos dio. Si se desconecta la lámpara, ésta queda inerte, pero la luz desaparece. Si se desconecta el televisión, éste queda inerte, y la imagen y el sonido desparecen. El hombre, pues, constituido del polvo de la tierra y el soplo divino queda igualmente inerte al perder el soplo divino. Así es como el alma, que es la unión del cuerpo y el aliento de Dios, deja de ser.

La Bibliaenseña que los difuntos no son conscientes de nada: Eclesiastés 9:5-6: “Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol.”  La Buena Noticia, el Evangelio Eterno, es que nos ha sido prometido que en la Segunda Venida de Cristo Jesús, los que le aman, obedecen y esperan serán resucitados para pasar la eternidad con Él en los nuevos cielos y la nueva tierra.  Así lo expresa el Apóstol Pablo escribiendo a los cristianos de Tesalónica: 1ª Tesalonicenses 4:16-17; 5:3: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor…” Pero los otros, “cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán”.

¿Dónde vamos a estar en la Segunda Venida de Cristo? Esa es la gran pregunta que exige una respuesta personal. Mucho amor.  Joaquín Yebra,  pastor.

Categorías: Año 2016