Nº 1533– 10 de Noviembre de 2013
Por medio del dolor y del sufrimiento nos recuerda nuestro Señor que el placer que a veces gozamos sólo es una débil indicación de la verdadera alegría de la existencia.
No sería jamás popular el predicador que enseñara a los hermanos la doctrina de Jesucristo respecto al dolor, el sufrimiento y los padecimientos.
Por eso esa enseñanza, como todas las demás del Maestro, jamás aparecen en los credos ni en las confesiones de fe del cristianismo organizado, centradas tristemente todas ellas en términos filosóficos que a la mayoría ni les interesan ni entienden.
Filipenses 3:8-10: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte.”
¿Podemos imaginar a un evangelista hacer la invitación a entregar nuestro corazón a Jesucristo para participar de sus padecimientos?
¿Acaso no enseñan la casi totalidad de los vendedores de religión métodos y sistemas para huir del dolor y del sufrimiento? ¿Quedaría algo de la burda charanga milagrera del evangelicalismo mediático de nuestros días si se predicara todo el Consejo de Dios, que comprende la doctrina del sufrimiento y la participación en los padecimientos de nuestro bendito Señor y Salvador Jesucristo?
¿Estaremos ya sumidos en un cristianismo sin “Cruz”? ¿Habremos llegado ya al súmmum de la feria de las vanidades? ¿Habremos caído ya en lo hondo de la viscosa red del religionismo escapista de las realidades inmediatas?
Mucho amor en medio del sufrimiento. Joaquín Yebra, pastor.