Nº 1528– 6 de Octubre de 2013

Publicado por CC Eben-Ezer en

Dijeron los sabios antiguos que sólo poseemos verdaderamente aquello que no podríamos perder en un naufragio.

Todas las demás cosas son irreales, y los que están apegados a la irrealidad sólo pueden arrastrarse por la vida padeciendo el temor de no alcanzar sus metas materiales y el pánico de poder perderlas, si es que llegan a hacerlas suyas.

También dijeron los sabios del pasado que existen dos maneras de llegar a saber: Una se deriva de la discusión, y la otra de la experiencia.

La discusión origina conclusiones que nos sentimos impulsados a admitir, pero no generan certidumbre ni despejan nuestras dudas para que nuestra mente descanse en la verdad.

Mientras tanto, la experiencia otorga esa seguridad, esa paz y esa tranquilidad que los debates no pueden aportar.

Por eso es que el conocimiento siempre será mejor que la opulencia.

Quienes poseen grandes cosas, tiene que dedicar mucho tiempo y esfuerzo a cuidar sus tesoros, mientras que el conocimiento no es menester cuidarlo. Antes bien, el conocimiento es quien nos cuida.

De ahí que la Escritura afirme que la Sabiduría estaba con Dios desde el principio.

El buen corredor no deja huellas; el buen cerrajero no halla cerradura que no pueda abrir; el hombre bondadoso a nadie desampara; el buen atador no hay nudo que no pueda soltar.

Cuando el amor ataca, lo hace amando, y por eso siempre triunfa. Si el amor tiene que defenderse, siempre será inconmovible, por cuanto el amor nunca deja de ser.

Por eso es que a quien el Cielo quiere salvar, lo rodea con amor.

Mucho amor.  Joaquín Yebra,  pastor.

 

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