Nº 1520– 11 de Agosto de 2013

Publicado por CC Eben-Ezer en

La voz “fe” en el hebreo bíblico es “emuná”. Suele traducirse por “fe” y “creencia”, pero lo cierto es que estas equivalencias al castellano y demás lenguas occidentales queda muy distante de su sentido original.

El vocablo “emuná” proviene de la raíz “amén”, al igual que “lehitamén”, cuyo significado es “entrenarse”, y también de esa raíz nos llega el término “oménet”, que es “nodriza”, es decir, “quien se da a sí misma”. También hallamos de esa raíz las voces “imún”, que es “entrenamiento” y “omanút”, que es el equivalente al castellano “arte”.

“Emuná” es el entrenamiento en el deseo de dar y beneficiar. Es la disciplina espiritual, la toma de conciencia de la voluntad y el deseo original del alma del hombre.

“Emuná” activa todos los mecanismos de percepción, expandiendo paulatinamente el espacio mental, emocional y de acción emprendedora del hombre –varón y mujer por igual- a partir del fortalecimiento de la voluntad y la perseverancia en la realización de los actos altruistas, es decir, las “mitzvot”, los mandamientos, preceptos y ordenanzas divinas.

No hay posibilidad de sabiduría de lo alto sin “emuná”. Tampoco es posible cambiar el egoísmo por el altruismo a menos que desarrollemos la “emuná”, es decir, el “fiarnos de Dios con todo nuestro corazón”. Por eso se nos dice insistentemente que “el justo por la fe vivirá”. (Romanos 1:17; Gálatas 3:11; Hebreos 10:38).  De ahí que cuando la “emuná” se une al conocimiento, el hebreo “emuná shebedáat”, la “fe con conocimiento”, sobrepasa toda dimensión, y trasciende los límites y medidas, y conduce al altruismo.

Jesús de Nazaret, nuestro Señor, Salvador y Maestro, es declarado “Autor y Sustentador de la fe”. Por eso es que si vamos a Él, se nos dará la fe que permite recibir la gracia divina por la que somos hechos nuevas criaturas, salvados del justo juicio de Dios que vendrá sobre los hijos de desobediencia, y capacitados para entrar en el mundo venidero con todos los redimidos de todos los tiempos.

Mucho amor.  Joaquín Yebra,  pastor.

 

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