Nº 1518– 28 de Julio de 2013

Publicado por CC Eben-Ezer en

El ayuno tiene por objetivo alcanzar intimidad con Dios nuestro Señor.

En esto como en todo lo demás, nuestro Señor Jesucristo es el modelo definitivo.

Cuando Jesús dijo que las obras que Él hacía nosotros las haríamos también, tenemos la tendencia a pensar solamente en grandes prodigios y milagros, pero Jesús ciertamente no dijo al cosa: Juan 14:12: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.”

La iglesia de nuestros días se ha aislado del sufrimiento del mundo. Por eso no hay más milagros entre nosotros. Veamos el texto del Evangelio de Lucas 4: 1 y 14: “Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto… Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra alrededor.”

Si Jesús, el Hijo de Dios y Uno con el Padre, oró y ayunó para poder realizar su ministerio, no podemos nosotros pensar estar exentos de ello. Por medio de las Sagradas Escrituras sabemos que muchas de las enfermedades, dolencias, achaques, comportamientos crónicos e incluso enfermedades mentales que afligen a la humanidad son provocados por fuerza demoníacas que quieren estorbar a los hombres, e incluso al pueblo de Dios.

Jesús nos ha mostrado que esa clase de espíritus no sale sino con oración y ayuno: “Viniendo entonces los discípulos a Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera (al demonio)? Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuvierais fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. Pero este género no sale sino con oración y ayuno.” (Mateo 17:19-21).

No debe cabernos duda al respecto. Jesús nos ha dicho que hay un género que sólo sale cuando la oración va acompañada de ayuno.  Mucho amor.  Joaquín Yebra,  pastor.

 

Categorías: Año 2013