Nº 1507 – 12 de Mayo de 2013

Publicado por CC Eben-Ezer en

La vida laboral de muchos cristianos se ha vuelto una pesada carga que no puede llevarse sosegadamente.

El ritmo de este siglo XXI, las tensiones familiares, sociales, económicas, están conduciendo a muchas almas al precipicio.

No hemos sido diseñados para vivir bajo la presión de tantas demandas.

Aunque muchos no lo confiesen, muchísimos viven hambrientos de la paz de Dios, sedientos del Espíritu Santo, anhelantes de la paz que sólo nuestro Señor nos puede conceder.

Necesitamos descubrir el poder transformador de los panes y los peces para satisfacer las necesidades de una multitud.

Urge descubrir de nuevo el milagro de compartirlo todo cuando no tenemos nada, excepto la presencia de Jesucristo en nuestras vidas por la Persona del Espíritu Santo.

Precisamos sean afinados nuestros sentidos para que en verdad podamos ver lo que estamos mirando, escuchar lo que estamos oyendo y enfrentar la realidad del sufrimiento más allá de nuestro ombligo.

Hemos de pedir a nuestro Señor nos enseñe a celebrar la forma en que somos amados, y a ofrecerle cuanto hacemos.

Sólo así podremos experimentar la transformación de nuestra agua en el vino especial de la celebración nupcial de aquellos que sabiamente optaron por invitar a Jesucristo a su boda.

Dios quiere enseñarnos a que veamos a su Hijo en todas las cosas, y, muy especialmente, en todas las personas, comenzando por los más débiles, vulnerables y necesitados.

Nuestro Señor quiere que aprendamos a hacer todas las cosas como para su Hijo Jesucristo.

Y el Espíritu Santo siempre estará a nuestro lado.

Mucho amor.  Joaquín Yebra,  pastor.

 

Categorías: Año 2013