Nº 1506 – 5 de Mayo de 2013
El primer lugar en el que somos golpeados en tiempos de malas condiciones económicas es nuestro bolsillo. La deuda se ha convertido en una forma de vida para millones de hombres y mujeres en esta parte del mundo, para titulares de tarjetas de crédito, para compulsivos compradores a base de créditos, para estudiantes que han pedido préstamos y para muchos padres que han querido lo mejor para sus hijos, y han quedado atrapados en los catálogos de los grandes almacenes.
Oremos por todos cuantos sufren a causa de las deudas. Pidámosle a nuestro Señor les ayude a atravesar estos tiempos oscuros, les dé sabiduría para buscar ayuda, y, sobre todo, lleguen a saber que la verdadera libertad se halla en Jesucristo el Hijo Unigénito de Dios. Pidámosle a nuestro Señor paciencia en medio de las dificultades y las escaseces. También sabiduría para asumir nuestra situación y echar alguna mirada retrospectiva para comprender la situación mucho peor en que se encuentran muchos seres humanos en este planeta.
La hipoteca, el supermercado, la calefacción, el coche, el seguro, los impuestos, la familia, la televisión, la cuenta del teléfono… Necesitamos paciencia y sabiduría en medio de esta vida, quiero decir, esta forma de vivir, que ha acabado con nuestra perspectiva y propósito.
La riqueza del mundo está distribuida de manera absolutamente injusta. Y semejante injusticia clama al cielo. Si los clamores de aquellas tribus hebreas bajo la garra opresora del faraón egipcio penetraron en los oídos del Señor Eterno, nuestros clamores han de llegarle a Él igualmente. Pero seamos sinceros: No hemos clamado ante los millones de niños que mueren cada año por causa de la hambruna. No hemos clamado ante las pandemias que arrasan a pueblos enteros. Ha tenido que llegar una crisis económico-financiera a esta Unión Europea para despertar a la realidad de la injusticia y la ignominia.
¿Cuándo vamos a comenzar por pedir perdón a Dios por nuestro egoísmo? Mucho amor y mucho perdón.
Joaquín Yebra, pastor.