Nº 1.897 – 8 de Noviembre de 2020
Salmos 90
La eternidad de Dios y la transitoriedad del hombre
1Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación.
2Antes que nacieran los montes y formaras la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.
3Vuelves a convertir en polvo al hombre y dices: «¡Convertíos, hijos de los hombres!»
4Ciertamente mil años delante de tus ojos son como el día de ayer, que pasó, y como una de las vigilias de la noche.
5Los arrebatas como con torrente de aguas; son como un sueño. Como la hierba que crece en la mañana:
6en la mañana florece y crece; a la tarde es cortada y se seca.
7Ciertamente con tu furor somos consumidos y con tu ira somos turbados.
8Pusiste nuestras maldades delante de ti, nuestros yerros a la luz de tu rostro.
9Ciertamente todos nuestros días declinan a causa de tu ira; acabamos nuestros años como un pensamiento.
10Los días de nuestra edad son setenta años. Si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan y volamos.
11¿Quién conoce el poder de tu ira, y tu indignación según el temor que te es debido?
12Enséñanos de tal modo a contar nuestros días que traigamos al corazón sabiduría.
13¡Vuélvete, Jehová! ¿Hasta cuándo? ¡Ten compasión de tus siervos!
14De mañana sácianos de tu misericordia, y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días.
15Alégranos conforme a los días que nos afligiste y los años en que vimos el mal.
16Aparezca en tus siervos tu obra y tu gloria sobre sus hijos.
17Sea la luz de Jehová, nuestro Dios, sobre nosotros. La obra de nuestras manos confirma sobre nosotros; sí, la obra de nuestras manos confirma.