Nº 1.880 – 12 de Julio de 2020
El amor es el mayor de los dones divinos. Sabemos que hemos conocido a Dios porque amamos. Y también sabemos que hemos pasado de muerte a vida porque amamos a los hermanos. El que ama, ha nacido de Dios; pero el que no ama, no ha conocido a Dios…
El amor se puede fingir y no darnos cuenta porque nuestro corazón es muy engañoso. Sólo en una búsqueda sincera de examen por el Espíritu Santo, llegamos a ser conscientes de nuestra falta de amor.
Si Dios es amor y Dios es eterno, siempre podremos crecer en el amor. Amor al Señor y amor a Sus criaturas, tanto humanas como no humanas. El amor a los hombres nos llevará a ver a todos como hijos de Dios necesitados de conocer que tienen un Padre Creador en los cielos. El amor a las criaturas de Dios nos conducirá al cuidado del resto del planeta Tierra.
Por último, pero no menos importante, el amor al Señor nos conducirá por el camino de Su gracia, confiando en Su Palabra que es nuestra guía. El Espíritu Santo que nos anhela celosamente nos quiere embriagar de Su amor para amar y amar y amar… siendo obedientes por amor al Señor.
Así es la única forma de ser siervos del Señor, sirviendo a todos, siendo mayores en amor, es decir, maduros en amor. Si hemos madurado en amor, dejaremos las riñas y las peleas que son más características de niños que de hombres: varones y mujeres.
Dejemos ya lo que es de niños y seamos maduros. Si nos dejamos gobernar por el Espíritu de Jesucristo, el hombre o la mujer fuerte perderá esa fuerza peleona que tanto nos caracteriza en nuestra vieja naturaleza.
Así que mucho amor, bendición mutua, oración los unos por los otros, y perdón de las ofensas.
¡¡Que el Señor nos bendiga a todos en esta semana de verano!!
Pastor Antonio Martín Salado