Nº 1.845 – 10 de Noviembre de 2019
“Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.” (Romanos 8:22-23)
Que la creación clama al completo no es ningún secreto para nadie que vea las noticias. Dentro de la creación estamos también los seres humanos y los que tenemos el anticipo del Espíritu también nos lamentamos. Si somos genuinamente espirituales, no podemos evitar el gemido de nuestra alma por el mundo venidero. Un cristiano siempre feliz es un cristiano indolente. Lo que quiero decir es que no podemos vivir de espaldas al deterioro de la obra de Dios llamada en su conjunto “creación”. Los que ni sienten ni padecen, son los cristianos carnales que viven anestesiados por los fulgores de las cosas que el sistema les ofrece. Aún son “adolescentes espirituales” pensando en “mejor casa y mejor coche” como cantaba Marcos Vidal hace ya unos pocos de años. Pero no te sientas atacado, yo tampoco estoy libre al cien por cien de eso… Todos conservamos el ansia de nuestra vieja naturaleza pecadora que no se sacia con nada. Entonces ¿dónde estará la cura? La cura está siempre en Cristo Jesús. Él es la cura porque nos ha dicho, entre otras cosas, que el que se sienta insatisfecho que vaya a Él y mitigue su sed bebiendo del Espíritu que sólo Él puede suministrar. La medicina está siempre en el Ungido del Padre. Él tiene al Consolador para regalárnoslo. El que siempre nos consuela en todas nuestras quejas y lamentos, en todos nuestros lloros y llantos, gemidos y clamores. ¡Bendito sea el Señor que nos colma de Su presencia! ¡De Su plenitud! Y ¡Gracia sobre gracia! ¡Amén!
Pastor Antonio Martín Salado