Nº 1.839 – 29 de Septiembre de 2019
“Naamán, general del ejército del rey de Siria, era un hombre que gozaba de gran prestigio delante de su señor, quien lo tenía en alta estima, pues por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este un hombre valeroso en extremo, pero leproso.” (2 Reyes 5:1)
En muchas ocasiones, las personas más valientes y esforzadas tienen “un aguijón en la carne” como diría el apóstol Pablo. Los más arrojados y de firme determinación que no se amilanan ante situaciones difíciles o arriesgadas, suelen llevar “a cuestas” alguna debilidad escondida (algo que pudiera ser visto como despectivo o estigmatizado por la sociedad). Naamán era leproso y sufría por esta enfermedad tan terrible que podía producir repulsión a su alrededor. Ya sabemos bien que el Señor usa lo vil y menospreciado a los ojos del mundo para avergonzar a los que se creen muy fuertes y poderosos y sabios. El poder de Dios siempre se perfecciona en la debilidad humana. Y tenemos el ejemplo de Pablo que prefería ser débil humanamente hablando para que reposara el Espíritu de Cristo sobre él y así ser fortalecido con la fuerza poderosa divina. No son pocos los que se creen poca cosa por sufrir un trastorno mental o físico que puede mermar sus facultades en algún momento de sus vidas o incluso durante todo el transcurso de ellas. Pero, es muy probable que Dios te llame en esa condición para hacer una tarea especial. Algo que sólo tú puedes realizar en ese momento concreto y en ese contexto donde te encuentras. No lo dudes si Dios te llama. Él no se equivoca cuando te envía a una misión, a una labor. Nunca te menosprecies porque Dios tiene planes de paz y de bien para tu vida. ¿Vas a descubrirlos? Sé valiente, carga tu “problema” y sigue adelante, presentándoselo al Señor que es poderoso para “solucionarlo” o para decirte que Su gracia es más que suficiente.
Pastor Antonio Martín Salado