Nº 1.835 – 1 de Septiembre de 2019
“Acuérdate de Jesucristo , del linaje de David, resucitado de los muertos conforme a mi evangelio, en el cual sufro penalidades, hasta prisiones a modo de malhechor; mas la palabra de Dios no está presa.” (2 Timoteo 2:8 y 9)
“La Palabra de Dios no está presa” le dice el apóstol Pablo al joven Timoteo, sabiendo que no hay puerta cerrada que impida el avance del evangelio. Se puede encarcelar, torturar y matar a los voceros de Dios pero la Palabra de Dios es imparable. A veces, por nuestra limitación y fragilidad humanas, dudamos del poder de la Palabra del Señor. Pero el mismo Señor Jesucristo nos dice que lo que escuchamos al oído como un susurro suave, dulce, apacible… lo proclamemos en muy alta voz, desde las azoteas, para que todo el mundo lo pueda oír. La Palabra del Señor, nos parece, en ocasiones, como anunciada en el desierto, como si nadie estuviera escuchando porque aparentemente no pasa nada. Pero sabemos la verdad y la verdad es que la Palabra de Dios siempre cumple su propósito y llega donde tenga que llegar; muchas veces, traída por los ángeles. Sí, la Palabra de Dios no está presa y sigue su avance, aunque no lo pueda percibir en este momento o no vea sus consecuencias. La Palabra del Señor da la impresión de que muere y queda oculta, inactiva, bajo tierra… Y en cierto modo así es. La Palabra Encarnada: JESUCRISTO tuvo que morir para resucitar después. Así mismo, la Palabra de Dios es semilla que tiene que morir a sí misma para germinar y dar lugar a otra realidad, a la planta y al árbol. Cuando pienses que lo que Dios te habló ha muerto porque ha pasado mucho tiempo y no lo ves llegar, acuérdate que la Palabra que es Cristo, murió y resucitó. Así la Palabra del Señor se cumplirá “tarde o temprano” es decir, al fin. Nuestra fe es probada cuando percibimos con nuestros sentidos unas condiciones totalmente contrarias a lo que se nos dijo claramente al oído, y nos parece que aquella promesa murió y que está agotada toda posibilidad de cumplirse. Pero nada más lejos de la realidad. La Palabra de Dios siempre “resucitará” con un poder inusitado, sorpresivo y causante de una gran alegría y gozo. ¡Confía en el Señor porque la Palabra de Dios no está presa y nadie la puede detener! ¡AMÉN!
Pastor Antonio Martín Salado