Nº 1.834 – 25 de Agosto de 2019
“Saludad a Andrónico y a Junias, mis parientes y compañeros de prisiones. Ellos son muy estimados entre los apóstoles, y además creyeron en Cristo antes que yo.” (Romanos 16:7)
Pablo se llama a sí mismo “el menor de los apóstoles, que no se merece ser llamado un apóstol porque perseguí a la iglesia” (1 Corintios 15:9) Pero llama a Junia como “destacada entre los apóstoles”. Sería maravilloso conocer más acerca de Junia, Andrónico y los fundadores de la iglesia en Roma, pero este cuerpo de creyentes fue grandemente exterminado durante las persecuciones de Nerón, y su historia murió con ellos. ¿Qué sabemos acerca de los apóstoles? De acuerdo con el Nuevo Testamento, los apóstoles son dados por Dios, son hacedores de milagros, testigos que proclaman la resurrección de Cristo, fundadores y líderes de iglesias, predicadores, maestros, discípulos, y administradores financieros de la iglesia. Mientras que no todos los apóstoles estaban necesariamente involucrados en todos estos ministerios, no hay razón para pensar que a una apóstol reconocida como Junia, le estaba impedido hacer algo de esto. A diferencia de muchas iglesias actuales, los cristianos del primer siglo honraban a las mujeres ministras que Dios les había dado. Aquellos que minimizan la contribución de Junia, deberían recordar que Pablo no se refiere a ella como una apóstol menor, sino al contrario, la alaba como distinguida o notoria entre los apóstoles. Ella era tan famosa como apóstol que los paganos y judíos perseguidores de cristianos la veían como una persona peligrosa y la encarcelaron para intentar evitar que cumpliese su misión apostólica. Parece ser que esta oposición no tuvo éxito ya que Junia y Andrónico habían sido liberados y continuaban valientemente ministrando en la iglesia en Roma en el tiempo en que Pablo envió allí su epístola. (Kathryn J. Riss)