Nº 1.816 – 21 de Abril de 2019
Si Cristo no hubiera resucitado, vacía sería entonces nuestra confianza. Pero Cristo resucitó. Y, por tanto, nosotros también resucitaremos. Esta certeza es parte de la fe que el Señor nos ha regalado. Todavía hay muchas personas en el mundo que viven como si esta vida fuera el final. Y podemos entender la desesperación de aquellos que no tienen esperanza de vida eterna. Tener fe o no tenerla, tener esperanza o no tenerla, hace una enorme diferencia en la manera de vivir cada día. La esperanza no es algo que podamos producir nosotros. La fe tampoco. Son regalos de Dios. Se tienen o no se tienen. Tú puedes saber si eres un cristiano auténtico, y no un religioso de tradición, si estás completamente convencido de gloria eternal. Si tienes confianza para el día del juicio, es que estás viviendo la vida que al Señor le agrada. El cristiano revestido de Cristo no tiene miedo a la muerte ni al juicio divino. Sabe que Cristo volverá con sus santos ángeles a buscarle junto a todos los redimidos de todos los tiempos. Fuimos rescatados pagando un rescate altísimo: la sangre, la vida entera de Jesús. Un cristiano genuino sabe que verá el Día de Jesucristo y se alegrará al ver venir a su Maestro y Señor en las nubes de su gloria. Sólo el que tiene fe puede creer en la Regeneración. Es una cuestión de confianza. Pero como dijimos antes, esa seguridad plena, esa certeza inquebrantable de la realización del milagro de la Nueva Vida, de la Nueva Creación, de Cielos Nuevos y Tierra Nueva donde reine la justicia divina, es una obra que sólo Cristo por medio del Espíritu puede hacer en las mentes y en los corazones intuitivos de los hombres. La fe es entendida por la mente, pero tiene un mayor contenido de intuición firme del corazón. ¡¡Gracias damos al Señor por acordarse de nosotros en Cristo Jesús y mirarnos a través de la mente de Su Hijo Amado!! ¡¡A ÉL SEA TODA LA GLORIA PORQUE LE PERTENECE POR TODA LA ETERNIDAD!!
Pastor Antonio Martín Salado