Nº 1.680 – 11 de Septiembre de 2016
En cierta ocasión, nuestro Señor Jesucristo dijo estas palabras:
Juan 10:37-38: “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.”
Nuestro Señor Jesucristo procuró la credibilidad de su mensaje en sus palabras, pero sobre todo la buscó en sus obras.
Si pretendemos tener credibilidad entre nuestra familia, amigos, vecinos y compañeros, hemos de procurar la credibilidad mediante nuestras actitudes y nuestras acciones, no sólo a través de nuestras palabras.
Si no hay sintonía entre nuestras palabras y nuestras acciones, será imposible que se produzca la credibilidad.
Si nos falta esta coherencia entre la palabra y la acción, será como cuando nuestra fe carece de obras, será fe muerta, mera filosofía que no pasará de la mente al corazón, y del corazón a la acción.
La contradicción entre la palabra y la acción es con lo que el mundo acusa de hipocresía a grandes círculos religiosos.
La sintonización entre la palabra y la acción es obra magnífica del Santo Espíritu de Dios. Es el secreto del testimonio vivo, dinámico y eficaz que Dios pone en nuestras manos para compartirlo con un mundo sediento de coherencia.
El Santo Consolador siembra semillas de bondad, alegría, sencillez y amor en nuestros corazones para que las sembremos en el terreno reseco de los corazones de nuestros compañeros en el camino de la vida.
Esas semillas son las que cambian el polvo reseco en campo fértil. No dudemos que un día todas ellas darán fruto en algunos corazones receptivos.
No nos desanimemos si algunas de ellas son pisadas por los hombres. Recordemos que ya dieron fruto en nuestro propio corazón, y por tanto también darán fruto en otros.
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.