Nº 1.675 – 7 de Agosto de 2016
La alegría no es un mero aditamento de la vida espiritual. Es un ingrediente absolutamente vital, y por lo tanto, imprescindible.
Ahora bien, encontrar verdadera alegría es una de las tareas espirituales más difíciles. También es cierto que la pinacoteca cristiana no ha ayudado mucho en este descubrimiento.
Pocas pinturas han presentado a nuestro Señor Jesucristo en escenas de alegría. Muchos han caído incluso en pensar la atrocidad de que Jesús nunca mostró alegría o jamás rió.
Si nos tomamos el tiempo para consultarla Concordancia Bíblicacomprobaremos que las Sagradas Escrituras hablan abundantemente del gozo y la alegría, del deleite y del regocijo.
Hallaremos también las escenas en las que nuestro Señor se llena de gozo, y su espíritu rebosa alegría, al ver las obras magníficas de su Padre y Padre nuestro.
Pero nuestra sociedad ha sido engañada y conducida a asociar la alegría con el consumo del alcohol y otros estimulantes que llegan a controlar la mente y desinhibir las conciencias.
De esa manera, la falsa alegría no es sino una revelación de lo que mora en los corazones, y de ahí los desmanes que produce, y las lágrimas que les siguen.
Por el contrario,la Santa Palabrade Dios nos insta a ser llenos del Espíritu Santo, de quien procede la verdadera alegría, el gozo inefable y glorioso con el que nuestro Señor satura nuestros corazones.
La palabra apostólica de Juan nos dice así en sus Epístolas:
1ª Juan 1:4: “Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.
2ª Juan 12: “Tengo muchas cosas que escribiros, pero no he querido hacerlo por medio de papel y tinta, pues espero ir a vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo sea cumplido.”
Isaías 35:10: “Y los redimidos de YHVH volverán, y vendrán a Sión con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido.”
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.