Negándome a confiar en mí mismo
Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.
Lucas 9:23
Siempre volvemos a las palabras de Jesús, sabiendo que podemos aprender más y más cada día. Reconociendo que la profundidad de la enseñanza de Cristo no tiene fin. Hoy reflexionamos sobre la autonegación necesaria de todos los que nos llamamos cristianos. ¿En qué he de negarme? La respuesta a esta pregunta seguro que tiene muchos acercamientos distintos, pero hoy me voy a centrar en la negación de la confianza en mí mismo. Esto es, como el propio Jesús dice, algo imposible para nosotros simples mortales, pero el Espíritu que es el Señor puede hacerlo posible. Ciertamente nadie quiere desconfiar de uno mismo, pero deberíamos hacerlo constantemente. Todavía no somos perfectos, todavía nuestra vieja naturaleza está ahí, todavía Cristo no es el todo y en todos. Es esa la razón por la que tengo que desconfiar de mi corazón o mente porque me puede engañar. Sólo el corazón de Jesús o la mente de Cristo (como lo queramos llamar) es digna de plena confianza. Sólo podemos fiarnos completa y absolutamente del Señor. Es por esto que necesitamos negarnos cada día a nosotros mismos y estar dispuestos a crucificar el pecado que aún actúa en nosotros.
¿Qué haremos? Pues encomendarnos todo el tiempo de nuestro caminar al Espíritu Santo para que el carácter y la personalidad de Cristo aflore en nosotros y aplaste nuestra vieja naturaleza. Yo no me fío de mí mismo. Como dice la Biblia: No me apoyo en mi propia prudencia. Porque sé que yo fallo constantemente y queriendo hacer lo bueno, no siempre lo logro y hago lo malo. Por esta causa real de mi carnalidad, me niego a mí mismo y muero cada día para que Cristo por Su Espíritu tome todo el control de mi pobre embarcación. Te aconsejo que hagas lo mismo.
Pastor Antonio Martín Salado