Nº 1.934 – 25 de Julio de 2021
“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.” (Mateo 5:9)
La paz es posible por medio de Jesucristo. Él es nuestra paz y nos hace un pueblo. El Hijo del Hombre por Su Espíritu nos da Su paz y nos reconcilia unos con otros. Jesús es el Príncipe de Paz porque tiene todo lo necesario para que las personas vivamos en paz con Dios y con nosotros mismos. Con Su ejemplo, poniendo Su vida por todos, se muestra amigo de todos los que quieran recibirle en su casa. Jesús nunca rechazó una invitación a la mesa con pecadores, es decir con seres humanos. ¡Cuántas veces hemos puesto excusas para no ir a casa de alguien o reunirnos con personas a las que así hemos despreciado! Pero Jesús entró en toda aldea, en toda ciudad y mandó a los suyos con Su paz a toda casa. Donde fueran recibidos, la Paz del Señor, vendría sobre ellos. Donde no nos recibimos, la Paz de Cristo se marcha. Tenemos aún mucho que aprender en cuanto a la paz. Esto implica no sólo no hacernos daño sino procurar el bien del otro y su bienestar por encima de todo. La paz auténtica vence el egoísmo porque reconoce al otro como igual y siempre le tiende la mano. La paz en acción es la ayuda que prestamos al vecino, al compañero de trabajo, al jefe y al subordinado. La paz va en ese aporte de compañerismo y generosidad. Dejemos al Maestro por excelencia que nos de Su Paz para darla también a manos llenas. Que Dios nos use también como solución en los conflictos y no como “leña al fuego”. Amén.
Pastor Antonio Martín Salado