Nº 1.930 – 27 de Junio de 2021
Estamos en este mundo, sin ser del mundo, para corregir los defectos de nuestro carácter. La mayoría de la gente pasa de la niñez a la juventud y después a la edad adulta y ya vive el resto de su vida sin hacer grandes cambios. Cuando se forma la personalidad y los hábitos de vida, se suelen mantener hasta el final. Pero no debe ser de así para los que siguen al Señor. La vida del discípulo es un constante cambio donde vamos abandonando todo lo impuro. Si de verdad somos pobres en espíritu, buscaremos la corrección y la limpieza. Sólo el obstinado se mantiene en su posición inamovible de no querer mejorar. Y sólo es posible una mejoría para el cristiano: vivir cada día de forma más parecida a como Jesús vivió. Lo demás es religión vacía y golpes al aire, o un brindis al sol (como dicen ahora). Si no mejoramos nuestro comportamiento según los mandamientos de Cristo, no vamos a experimentar renovación ni avivamiento. Tengamos cuidado para no convertirnos en acomodados religiosos que cumplen la rutina diaria sin ganas de avanzar en ser semejantes al Señor. Sólo en la obediencia hay bendición. Y el Espíritu Santo no va a corregir nuestros defectos. Nos convencerá de que están ahí, nos dará el poder para enmendarlos, pero tú y yo pasamos a la acción si queremos promoción. Es decisión nuestra cambiar cada día a mejor. Hoy es un buen día para abandonar esa impureza, para dejar ese hábito malo y emprender otro más saludable. Hoy es el día de dejar de hacer las cosas a medias y siempre con ese punto de error. Hoy es el día de ser más completos en el Señor. ¿Lo hacemos o continuaremos viviendo una vida “cristiana” aburrida y estancada? ¡Que el Señor os bendiga!
Pastor Antonio Martín Salado