Nº 1.928 – 13 de Junio de 2021
“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.” (Mateo 5:3)
“Los pobres en espíritu” son los que no confían en sus propias capacidades, ni en sus fuerzas, ni en su sabiduría humana. Son los que quieren depender totalmente de Su Señor. No quieren conducirse por su razón humana intelectual, sino que observan de dónde sopla el Viento de Dios, el Espíritu Santo que es Dios, para dejarse llevar sólo por ÉL. “Los pobres en espíritu” no se enorgullecen de su preparación académica o de su experiencia acumulada, sino que se hacen pequeños como el rabino Saulo de Tarso que adoptó el nombre de “Pablo” que significa pequeño. “Los pobres en espíritu” esperan a que el Señor les promocione en el tiempo oportuno que Él considere. Y si Su Maestro decide que siempre ocupen el mismo puesto, no por esa causa, se sienten despreciados. “Los pobres en espíritu” no esperan los halagos o los premios y glorias de los hombres. “Los pobres en espíritu” saben ser segundos, terceros o cuartos, incluso últimos. No tiene que ser ellos siempre los que estén al frente. No suelen ser los más listos o inteligentes pero el Señor les colma de Su sabiduría. “Los pobres en espíritu” no confían, ni ponen su esperanza en las riquezas o bienes materiales. Sólo esperan de Dios lo necesario para vivir. Así están siempre contentos. “Los pobres en espíritu” no quieren enriquecerse ellos, sino enriquecer a otros más pobres que ellos. “Los pobres en espíritu” siempre están dispuestos a ayudar y a servir, sin ser serviles. Tampoco les gusta que se abuse de ellos. Porque “los pobres en espíritu” son incapaces de aprovecharse ni una pizca de nadie. “Los pobres en espíritu” se entregan por entero a su vocación, pero dejan hacer a Dios Su parte que es la más importante. “Los pobres en espíritu” no pretenden nunca agradar a los hombres sino sólo a Dios. Por eso disfrutan de mucha paz ya que no tienen que demostrar nada a nadie. “Los pobres en espíritu” conocen bien su valor “porque de ellos es el reino de los cielos”. Por tanto, gozan del conocimiento de su incalculable valor para Su Creador.
Pastor Antonio Martín Salado