Nº 1.914 – 7 de Marzo de 2021
“Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados; esto es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí.” (Romanos 1:11-12)
Todo lo que el Señor tiene para Su pueblo es de gracia, es regalo, don, favor inmerecido. El apóstol Pablo tenía mucho interés en enseñar o impartir sobre los dones del Espíritu Santo a los hermanos que estaban en Roma. Porque una iglesia sin dones es como un jardín sin flores. Los dones del Espíritu son gracias prácticas, capacidades espirituales, potencialidades del Señor que tienen que llevarse acabo por los receptores de esos regalos del Espíritu Santo. La iglesia local funciona cuando todos sus miembros conocen sus dones y los ponen al servicio de la comunidad para la extensión de la obra de Dios. Los dones son para ministrar, es decir, para servir y ser útiles en las manos del Señor. Así enseña Pablo a los cristianos de la capital del imperio: “Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría. El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.” (Romanos 12:4-10)
¡Que esta palabra apostólica se cumpla en Eben-Ezer!
Pastor Antonio Martín Salado