Nº 1.779 – 5 de Agosto de 2018
“Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor. Enseñaba en las sinagogas de ellos y era glorificado por todos. Vino a Nazaret, donde se había criado; y el sábado entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Sele dio el libro del profeta Isaías y, habiendo abierto el libro, halló el lugar donde está escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a predicar el año agradable del Señor.” (Evangelio de Lucas 4:14-19)
El Espíritu Santo había descendido sobre Jesús en forma corporal, como paloma mientras oraba cuando fue bautizado en las aguas. Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Cuando acabó toda tentación el diablo, se apartó de él por un tiempo y Jesús vuelve en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor.
Nuestra misión es difundir la fama de Jesús por toda la tierra alrededor nuestro. Y para cumplir con este trabajo, necesitamos la Unción de Jesús de Nazaret. Ser frotados con el mismo aceite con el que fue frotado Jesús. Y ¿cuál es esta unción? La declara el profeta Isaías: “Y reposará sobre él, el Espíritu de Jehová, Espíritu de Sabiduría y de Inteligencia, Espíritu de Consejo y de Poder, Espíritu de Conocimiento y de Temor de Jehová.” (Isaías 11:2)
Estas siete manifestaciones o vertientes del Espíritu Santo no pueden faltar en los hijos e hijas de Dios. El Señor Jesús nos quiere así llenar de la plenitud de Él.
(Continuará…)