Nº 1.774 – 1 de Julio de 2018

Publicado por CC Eben-Ezer en

“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.  Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.  Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.”  (Santiago 1:2-5)  Llamar a mis hermanos “hermanos” es una práctica que se vio fortalecida durante mi estancia en la amada tierra de Nicaragua (que pasa ahora por una dura prueba).  La fe de los cristianos nicaragüenses está siendo probada.  Es muy importante definirnos bien y recordar que los demás hombres son mis hermanos y no sólo los de la familia de la fe.  Llamaros a todos “hermanos míos” me compromete con vosotros y me recuerda que nuestra relación es fraternal.  Las pruebas son parte de la vida y nadie escapa a ellas.  La sabiduría que viene de Dios nos capacitará para alegrarnos cuando estamos atravesando por diversas pruebas.  ¿Quién no ha sido probado en su fe? El resultado es la paciencia que necesitamos para mantenernos firmes, resistir, perseverar, aguantar, sufrir y padecer, y no huir, sino quedarnos, mantenernos en el puesto.  Todo esto es la paciencia, la perseverancia de los santos.  La paciencia trabaja silenciosamente y produce un resultado pleno: nos hace maduros y juiciosos.  “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.”  (Apocalipsis 14:12)  La sabiduría divina siempre nos llevará a la obediencia de los mandamientos enseñados y vividos por Jesús.  Esta es la perfección y la cabalidad esperada de todos los hermanos pequeños del Señor Jesucristo:   guardar todo lo que Él nos ha enseñado, volviendo en el Espíritu para capacitarnos en ese cumplimiento.  No será posible la paciencia fuera de esta obediencia.  La fe auténtica, don de Dios, es mucho más preciosa que el oro y resistirá todas las pruebas si nos mantenemos firmemente vinculados al Señor a través también de los demás miembros de Su cuerpo.  El que huye de sus hermanos y los aborrece, ha perdido la paciencia y no puede decir que camina en los mandamientos de Dios y en la fe de Jesús.  Porque los mandamientos de Dios están todos reflejados en la vida de obediencia de Jesús que siempre estuvo cerca de sus amigos, los discípulos y los amó hasta el fin.

Mucho amor y mucha paciencia.

Antonio Martín, pastor.

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