Nº 1.770 – 3 de Junio de 2018
“Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel.” (Lucas 22:28-30)
Jesús es en todo nuestro modelo. Él también necesitó a sus amigos, los discípulos para que le acompañaran y velaran con él. Aunque ellos no entendían muchas cosas y fallaban muy a menudo, permanecieron al lado de Jesús, estuvieron a su lado, y eso fue suficiente.
Ser compañero, estar al lado de los demás es una virtud que todo cristiano tiene. Ya que nos viene del Espíritu Santo, del Paráclito (palabra que significa precisamente: El que está llamado a permanecer a nuestro lado).
En muchas ocasiones no podemos hacer otra cosa que acompañar para que nadie se sienta solo. Si puedes más, haz más. Pero si no, la presencia es también apoyo.
Jesús valoró tanto la permanencia de los suyos con él en sus pruebas, que les prometió un reino a cada uno y el sentarse en la mesa del Señor para disfrutar del banquete mesiánico.
He comprobado en mis años de vida que “estar” es la mayor prueba de amor que podemos dar a los demás. Estar cuando se nos espera, estar en los momentos más importantes de la vida, y también en otros más cotidianos.
“Estar” es el trabajo del Espíritu, porque a través de él, Jesús está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Él siempre está. Y nosotros ¿dónde estamos? ¿Cuántas veces hemos oído “gracias por venir”? ¿Muchas o pocas? Ojalá que sean muchas. Y si no son tantas, comencemos a estar cerca de los que están solos o sabemos que así se sienten y necesitan nuestra cercanía.
Mucho amor y mucho estar.
Antonio Martín, pastor.