Nº 1.722 – 2 de Julio de 2017

Publicado por CC Eben-Ezer en

Dios nos ha dado todo, incluso a su Unigénito Hijo en rescate de muestras vidas, pero a cambio nos pide todo, nuestro tiempo, nuestros talentos y todo cuanto somos. Somos llamados a ser embajadores de Jesucristo y a reflejar a Dios en todo nuestro ser y nuestro quehacer. Pero en medio de nuestra vida, ocupados con muchas labores y compromisos, responsabilidades y metas, podemos perder fácilmente el enfoque de lo más importante de nuestro llamamiento. ¿Qué podemos hacer? Ser creativos: Escribe, pinta, canta, inventa y experimenta con la creatividad que Dios te ha regalado. Sal del pensamiento negativo que te hace creer que tú no puedes. ¡Hazlo en el Nombre del Señor y descubrirás que sí puedes! Vas a descubrir talentos que ni siquiera imaginabas poseer.

Participa. Recuerda que “participar” es tener una parte de un todo. Demasiados cristianos contemplan su iglesia, su comunidad de fe, como una simple cita semanal. “Fichan” al entrar y al salir como si fuera un centro de trabajo, y luego se van a casa, a veces quejándose de “lo muerta que está la iglesia”. Pero las iglesias verdaderamente vibrantes son aquellas que están formadas por hermanos y hermanas que han asumido que la iglesia son ellos.

La Biblia nos asegura que todos somos parte integrante del cuerpo de Cristo en esta tierra, y como tal se espera de nosotros que hagamos un trabajo específico dentro del cuerpo. Trata de encontrar una manera para que tus talentos sean de bendición para los demás. Sumérgete en la Palabra de Dios, pues en ella se encuentra uno de los aspectos más fundamentales en el crecimiento cristiano. Dedica tiempo cada día para leer la Biblia y orar. Aprecia a los hermanos. Procura ver los aspectos positivos e imitables de cada uno. ¿No te avergüenza ver sólo sus fallos? Estírate y ponte en marcha. Dios no nos hecho para estar apoltronados todo el día. Para convertirnos en la clase de persona que Dios quiere que seamos, tenemos que dejar la poltrona, el sillón, el sofá frente el televisor, donde conciliamos el sueño más fácilmente que en la cama, para buscar nuevos retos, oportunidades de aprender, de servir, de comunicar el Evangelio. Comparte con los necesitados. Podemos hacer sentir el amor de Dios al otro lado de la calle y al otro lado del mundo, compartiendo para satisfacer necesidades inmediatas, y, sobre todo, necesidades trascendentes, por cuanto no hay nadie más empobrecido que quien desconoce el Evangelio Eterno, la Buena Nueva de la Salvación. Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.

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