Nº 1.719 – 11 de Junio de 2017
“Convierte en peldaños las piedras con que tropiezas”. Así reza un refrán antiguo cargado de sabiduría. Muchos piensan que la vida es complicada, y su fundamento para tal afirmación son los conflictos que atraviesan, las dificultades económicas y otras adversidades semejantes. Pero la mayoría de los enredos que se cruzan en nuestro camino son producto o consecuencia de nuestras propias decisiones. La vida en sí no es complicada en absoluto. Somos nosotros quienes la complicamos. La vida no da tantos problemas. Más bien somos nosotros quienes resultamos ser problemáticos. La vida es sencilla. La vida es para disfrutarla. Por eso la Santa Palabra de Dios afirma que nuestro Señor Jesucristo ha venido para darnos vida, y vida abundante. Nuestro Señor ha venido para darnos libertad, para romper esclavitudes, para simplificarnos la vida, para despejar el camino de los impedimentos y obstáculos que dimanen del pecado. Los mandamientos humanos, los ritos, las tradiciones y las normas impuestas por los religiosos hicieron palidecer a los Mandamientos del Decálogo. Y hasta el día de hoy, muchos amados hermanos continúan sin distinguir entre los Diez Mandamientos -el Decálogo, la Santa ley de Dios, perfecta, justa y eterna- y las leyes ceremoniales, de valor temporal.
Hay quienes creen que cuanto más difíciles y complicadas son las reglas, mejores serán para los hombres. Sin embargo, todos sabemos o deberíamos saber que la proliferación de las leyes induce al incumplimiento de las mismas. Jesús nos ha revelado que es posible disfrutar de la vida siguiendo dos mandamientos claros y sencillos, en los que se sintetizan el espíritu de todos y cada uno de los Diez Mandamientos y las enseñanzas de todos los profetas: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo.” De esos dos mandamientos, como la cara y la cruz de una moneda, se desprende toda la Ley y los Profetas. El amor es la llave que abre la puerta que permite disfrutar de la vida. Cuando amamos dejamos de complicarnos la vida, ni tampoco complicamos la vida de los demás. Cuando amamos buscamos el bien, y dejamos de tener pensamientos inadecuados acerca de nosotros mismos y de los demás. Cuando amamos podemos correr libres de cargas, de temores y de preocupaciones. Por eso nos dice la Biblia que el amor echa fuera el temor. Todo pasará, pero el amor nunca dejará de ser, por cuanto Dios es Amor. Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.