Nº 1.717 – 28 de Mayo de 2017
Le preguntaron a una hermana muy enferma si quería morir o vivir, a cuya pregunta respondió que ella siempre aceptaría lo que Dios quisiera.
Insistieron en la pregunta, replanteándosela: “Si Dios lo dejara a su voluntad para decidir, ¿qué escogería?”
La hermana respondió: “Si Dios me dejara escoger, yo le volvería dejar a Él decidir.”
Esta es una actitud verdaderamente hermosa y admirable: Saber que Dios es quien tiene la última palabra en todo momento, incluso estando al borde de la muerte.
Muchos hermanos han sido erróneamente enseñados a creer que la voluntad de Dios es como jugar a la búsqueda de un tesoro que Dios hubiera escondido para que nosotros luchemos arduamente por descubrir dónde se encuentra.
Millones creen que el Señor nos propone buscar su voluntad como si estuviéramos jugando al “ratón y al gato”.
Ese es uno de los muchos engaños del maligno, quien siempre procura, de manera más o menos sutil, deteriorar la imagen de Dios.
Nuestra tarea NO es buscar la voluntad de Dios. La tarea de Dios es revelarla, y la nuestra es ser receptivos y estar listos para recibirla, acogerla y obedecerla.
La Biblia nos lo recuerda asegurándonos que Dios nos hará entender su voluntad si nuestra disposición es la de ponerla en la práctica.
Salmo 32:8: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos.”
Salmo 143:10: “Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen Espíritu me guíe a tierra de rectitud.”
Mateo 6:10: “Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.”
“Hágase tu voluntad”: Esa es la clave fundamental para comprender que no estamos ante un jeroglífico difícil de interpretar, sino que la voluntad de Dios es revelada por el Señor, y que lo que nos corresponde a nosotros es anhelar esa voluntad en nuestra vida con actitud de recibirla y cumplirla bajo su gracia y providencia.
Recordemos las palabras de nuestro bendito Señor y Salvador ante las puertas de su pasión: Lucas 22:42: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.”
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.