Nº 1.715 – 14 de Mayo de 2017
Los científicos dicen que no puede ocurrir. La teoría de la aerodinámica es muy clara. Los abejorros no pueden volar por causa de su tamaño y la forma de su cuerpo, el cual no está constituido en relación con las dimensiones de sus alas. Esto hace que aerodinámicamente no pueda volar.
Se trata de un insecto demasiado pesado, ancho y largo para volar con unas alas tan pequeñas. Esa es la conclusión del científico sobre el diseño del abejorro. Y, sin embargo, el abejorro vuela.
Cuando Dios nos diseñó, fuimos creados y equipados para vivir la vida que tenemos por delante. El Señor conoce los planes que tiene para nuestra vida.
Dios creó al abejorro y lo enseñó a volar. Y evidentemente el abejorro nunca le ha preguntado a Dios por los problemas de las aerodinámica.
El abejorro sencillamente voló. Tampoco le preguntó a Dios si sabía lo que estaba haciendo. Simplemente voló.
No le preguntó a Dios si lo amaba al darle unas alas muy pequeñas. Pero el abejorro voló, y lo sigue haciendo.
Dios ha prometido estar con nosotros, enseñarnos, guiarnos, ser nuestra roca. Todo lo que nosotros tenemos que hacer es confiar y obedecer.
Dios no está limitado por nuestra comprensión de cómo suceden las cosas. Sólo porque no veamos algo, no significa que no sea real.
Por eso nos dice la Biblia que la fe es la substancia de las cosas que no se ven. A veces la vida es inexplicable y sucede lo aparentemente imposible.
Necesitamos ser suficientemente humildes para admitir que no siempre podemos explicar las cosas.
Y el hecho de que no podamos comprender cómo se hace algo, no significa que el Dios Creador, Todopoderoso y Sustentador del Universo no pueda hacerlo.
Así podemos aproximarnos ampliamente a las palabras del Apóstol Pablo, cuando escribe a los cristianos de Filipos, y les dice: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”
La pequeñez de nuestras alas no va a poder impedir que volemos.
Mucho amor.
Joaquín Yebra, pastor.