Nº 1.703 – 19 de Febrero de 2017

Publicado por CC Eben-Ezer en

Decía Henri J.M. Nouwen (1932-1996) teólogo y sacerdote católico, que “en la oración encontramos a Cristo, y en Él hallamos todo el sufrimiento humano; y en el servicio encontramos a la gente y en ellos hallamos el sufrimiento de Cristo.”

El Apóstol Pablo lo expresa en su Carta a los cristianos de Filipos:

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estado en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2:5-8).

Y como decía Clive Staples Lewis (1898-1963), “Cristo Jesús no murió por los hombres, sino por cada uno de los hombres. Si cada hombre hubiese sido el único hombre que hizo Dios, no hubiese hecho menos.”

También vienen a nuestra memoria las palabras de John Henry Newman (1801-1890), teólogo católico: “No temas que tu vida llegue a su fin; más bien debes temer que nunca haya tenido un inicio.”

Fue bajo la luz de la Pascua que los discípulos entendieron la obra y las intenciones de Jesús. Entonces se dieron cuenta de que Jesús, como Mesías Sufriente, había sido rechazado y había de sufrir; que no había de conquistar al imperio, sino al pecado y a la muerte en los corazones de los hombres.

Y Martin Buber (1878-1965), filósofo y teólogo judío, dijo: “Desde mi juventud he encontrado en Jesús de Nazaret a mi gran hermano. El hecho de que la cristiandad lo ha considerado y lo considera como el Dios y Salvador, siempre me ha parecido un hecho de la mayor importancia y que, por su bien y mi bien, debo esforzarme por entender.”

Quiera Dios, quien tan rico es en misericordia, que nuestro fundamental propósito en la vida sea ayudar a nuestros hermanos los hombres y mujeres con quienes hacemos el viaje de la vida, a encontrar una relación personal con Dios; una relación que viene al conocer a Jesús.

Podemos conquistar la vida y la muerte con Jesús si escogemos seguir sus pisadas y respondemos a su llamada.

Jesús nos dice: “¡Sígueme!”

Mucho amor.  Joaquín Yebra,  pastor.

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