Nº 1.698 – 15 de Enero de 2017
Del mismo modo que Jesús se armó con la Espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios, también nosotros debemos hacerlo.
Armados con la débil espada de la razón somos impotentes ante el enemigo de Dios y de los hombres, el maligno que conoce nuestra naturaleza carnal y sus innumerables vulnerabilidades.
Armados con la Espada del Espíritu somos un terror para Satanás -¡Dios le reprenda!- y podremos siempre permanecer fuertes ante la más feroz de las tentaciones.
Cuando estamos en serias dificultades a causa de las tentaciones y los malos pensamientos, podemos ver claramente la gran necesidad que tenemos de Dios, ya que sin Él, nada podemos hacer.
Separados del Señor bendito somos una frágil rama movida por el viento.
Nadie es tan bondadoso ni tan fuerte como para ser inmune a las tentaciones.
Y además podemos tener la seguridad de que en esta vida nunca estaremos completamente libre de ellas.
En lugar de pensar en los muchos cambios que nuestra sociedad precisa, especialmente mientras vemos el telediario, conviene que pensemos en los cambios que nosotros precisamos.
La obediencia a la voluntad de Dios es el secreto del conocimiento y la reflexión espiritual.
No es la voluntad de conocer, sino la de cumplir la voluntad divina lo que nos da la certidumbre.
Obedezcamos a nuestro Señor en lo que nos está mostrando en este momento, e instantáneamente en lo siguiente que ponga delante de nuestras manos.
Con el más diminuto fragmento de obediencia se abre el cielo, y las verdades más profundas de Dios nos pertenecen de inmediato, por cuanto la obediencia constituye sy propia recompensa.
El Apóstol Pablo nos asegura que quienes hemos entregado nuestro corazón a Jesucristo hemos recibido la capacidad de tener su misma mente, es decir, podemos pensar con humildad y amor incondicional.
Una vez que aprendamos a pensar como Jesús, empezaremos a actuar como Él.
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.